"Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser... lo que es 'sagrado' para él no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad. Mejor aún: lo sagrado aumenta a sus ojos a medida que disminuye la verdad y crece la ilusión, hasta el punto de que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado."


La Sociedad del Espectáculo - Guy Debord (1967)


Psicología


¿Qué desencadena una emoción? ¿Podemos aprender a controlarlas? ¿Son iguales en todo el mundo o cambian en cada cultura? ¿Qué gestos desvelan si estamos tristes, enfadados o mintiendo? ¿Podemos aprender a distinguir una sonrisa auténtica de una falsa? ¿Por qué algunas personas no saben disimular sus emociones mientras otras se delatan? 

Estas son algunas de las incógnitas que han inspirado la vida de Paul Ekman, profesor de psicología de la Universidad de California y experto en comunicación no verbal, y que durante 40 años ha viajado alrededor del mundo para investigar los gestos faciales de las emociones. Sus conclusiones científicas le han convertido en uno de los cien psicólogos más influyentes del siglo. “Las emociones desempeñan un papel vital en nuestra vida, nos unen como personas, determinan nuestra calidad de vida y están presentes en cualquier relación. Pueden salvarnos o causar verdadero daño”, afirma el autor. “Si aprendemos a reconocer las historias que originan las emociones y a identificar cuándo intentamos ocultarlas, podemos mejorar nuestra comunicación, modificar nuestras respuestas y minimizar el impacto emocional en los demás”, añade. 

Nacido en 1934, su fascinación por la expresión facial surgió a través de la fotografía. Armado con su cámara Argus C-3 cuando sólo era un niño, retrataba a los vecinos de su barrio, en la periferia de Nueva Jersey. “Quería comprender a la gente de una forma visual e intuitiva”, recuerda. “Mi familia era muy visceral, había mucha ira. Mi madre sufría trastorno bipolar y caía en frecuentes depresiones, y a mí me castigaban por decir lo que sentía. En muchas ocasiones mi madre se enfadaba porque me gustaba gesticular y me reprochaba que la cara se me iba a quedar deformada para siempre por tal motivo. Se suicidió cuando yo tenía 14 años. No vivió lo suficiente para ver que la movilidad de mi rostro se convertiría en una útil herramienta científica y que me ganaría la vida explorando esos gestos”. 

Entre sus grandes logros se encuentran las aportaciones que compiló en su libro Cómo detectar mentiras (1985), que le consagró como un experto en descifrar el engaño, hasta tal punto que sus técnicas comenzaron a ser utilizadas por jueces, abogados, cuerpos de policía, agentes del FBI e incluso la CIA. El volumen es una guía práctica para descubrir el engaño en cualquier ámbito: relaciones de pareja, laborales e incluso en asuntos de política.

Ekman afirma que las emociones juegan un papel crucial en la detección del engaño. Se puede pillar una mentira a partir de la voz, los movimientos corporales y las palabras. Se puede mentir por falseamiento u ocultamiento. “Ponernos una máscara es la mejor forma de ocultar una emoción, y la mejor máscara es una emoción falsa que desconcierte y que actúe como camuflaje”, asegura. Para él, la sonrisa es la “careta” más utilizada porque forma parte de los saludos convencionales, está “bien vista” y suele emplearse en la mayoría de los intercambios sociales. Sus movimientos son sencillos y pueden reproducirse voluntariamente, lo que no ocurre con otras expresiones faciales más complejas de “reproducir”. Sin embargo, se puede saber cuándo una sonrisa es falsa porque no estará acompañada de la acción de los músculos orbiculares de los párpados, ni se alzarán las mejillas, ni descenderán las cejas, ni aparecerán las típicas “patas de gallo”, surcos característicos de una sonrisa auténtica. 

Así, una emoción falsa se detecta por asimetría facial, por la falta de suavidad en la manera en que la expresión aparece y desaparece del rostro, y por las microexpresiones, movimientos faciales muy rápidos que se distinguen porque abarcan todo el semblante y sólo permanecen en la cara unas dos décimas de segundo, pudiendo pasar desapercibidos fácilmente. “Las mentiras que llevan consigo una emoción son las más fáciles de detectar, porque es precisamente la lucha interna entre lo que se siente realmente y la emoción falsa, lo que traiciona al mentiroso”, afirma el reputado psicólogo. 

Gestos y culturas. Cuando Ekman comenzó sus estudios, el ámbito emocional estaba plagado de clichés. “A mediados de los años 50 se pensaba que la expresión facial transmitía información estereotipada, como en el estudio de la caligrafía. Se valoraba mucho más razonar y aprender, y ni siquiera había una herramienta científica que pudiera utilizarse para estudiar las expresiones faciales y las emociones”. En los primeros años de su vida profesional, estudió los gestos de las manos, hasta que en 1965 dio un giro a su carrera. Durante cinco años, Ekman viajó alrededor del mundo para comprobar científicamente si los gestos y las expresiones difieren con la cultura, siguiendo las teorías de antropólogos tan destacados como Margaret Mead. Según esta línea de pensamiento, los seres humanos aprendemos los gestos y las expresiones a través del contacto social, y éstos varían en función de la cultura. Pero el investigador recordó que Charles Darwin había dicho exactamente lo contrario: las expresiones humanas eran innatas y por tanto universales en todas las especies. Pese a tan categórica afirmación, no existían pruebas para corroborarlo. 

Con sólo 30 años de edad y utilizando la fotografía como soporte, se dispuso a descifrar este enigma. Para ello, enseñó fotografías a personas de cinco países diferentes, –Chile, Argentina, Brasil, Japón y Estados Unidos–, para que identificasen la emoción de la imagen. Las interpretaciones coincidieron. En Japón y Estados Unidos, Ekman evaluó el comportamiento facial en un laboratorio y descubrió que, en solitario, tanto japoneses como estadounidenses, al ver vídeos con escenas quirúrgicas y accidentes, movían los mismos músculos de la cara. Sin embargo, cuando un científico estaba presente durante el experimento, los japoneses tendían a enmascarar más las emociones de desagrado con una sonrisa. Intrigado por estos resultados, decidió cotejarlos en una cultura aislada de la civilización y convivió dos años con el pueblo fore en Papúa Nueva Guinea. 

En 1978, Ekman publicó un sistema de códigos faciales denominado El sistema de codificación de la actividad facial, que permitía medir por primera vez, y con rigor científico, todos los movimientos musculares de la cara. Con este método descubrió que el rostro puede generar más de 10.000 expresiones y que es posible identificar signos para detectar una mentira. “Mientras que nuestros pensamientos son totalmente privados, la mayoría de nuestras emociones se detectan por una señal distintiva que ayuda a los demás a comprender cómo nos sentimos”, detalla el científico. Una aportación que abrirá un sinfín de aplicaciones prácticas a sus investigaciones. “En los últimos 20 años he colaborado con expertos para llegar a conocer lo que ocurre en el cuerpo y en el cerebro cuando expresamos una emoción facial. De la misma manera que hay diferentes rasgos para mostrar ira, miedo, asco o tristeza, existen diferentes perfiles en los cambios fisiológicos que se producen en los órganos del cuerpo”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Notable, saludos.

Anónimo dijo...

Había una serie que se llamaba "Lie To Me", trabajaba Tim Roth. Tocaba éste tema de la detección de mentiras mediante micro expresiones, era muy buena. Jajajaja.

Saludos.